lunes, 4 de diciembre de 2006

Girondo postergado

Recordaba la última vez que había llorado. Habían pasado ya 28 años pero recordaba cada instante.
Se sentó en el suelo, justo en el ángulo entre la pared y la cama, apoyó su cabeza en las rodillas y empezó a llorar. Un llanto girondino, "llorar improvisando/ de memoria / llorar todo el insomnio y todo el día". Lloró un día, dos, tres, hasta quedarse dormida.
Cuando despertó ya no tenía lágrimas, ni siquiera le quedaban ojos.
Se buscó y encontró un insondable hueco allí donde estaban las lágrimas, y los pedazos de su espejo hecho trizas. Recogió uno a uno los pequeños cristales, cortándose, clavándoselos, y los escondió en el rincón más oscuro. Sólo ella sabría que estaban allí, sólo ella sabría que el único espejo que le devolvía la imagen perfecta había desaparecido.
Cerró todas las puertas, se aseguró de no dejarle resquicio al llanto y continuó.
Cada tanto se descubría las mejillas mojadas, escuchando una canción, leyendo, observando el mundo, pero eran sus ojos los que derramaban, ella nunca volvió a llorar, nunca por ella.
Un día volvió a sentirse como hacía 28 años. Recordaba cómo era, sabía que se sentaría un día, dos, tres, hasta quedarse dormida, y luego continuaría, esta vez asegurando mejor cada candando.
Se quedó sentada en el borde del sillón, esperando llorar, pero su hijo tenía hambre. Contuvo la respiración y le dijo "ya voy".
Cocinó, esperó estar sola y se quedó parada sabiendo que lloraría. Pero sonó el timbre, tenía que ir a trabajar. Se mordió el labio con bronca, sintiendo que la nariz cosquilleaba y los ojos ardían.
Recordaba cómo era, pero ya no podía ser, ya era una adulta responsable. Fue a trabajar fumándose las lágrimas, un atado, dos, tres. Habló, sonrió, nada en ella sugería llanto.
Volvió, esperó que su hijo se durmiera y se acostó a llorar. Pero estaba agotada y se durmió.
Despertó antes que amaneciera, encendió un cigarrillo y se preparó un café. Miró la hora, le quedaban casi cinco horas antes de tener que ocuparse de algo o alguien, no sería un día o dos, pero al menos podría llorar cinco horas.
Sus ojos ya estaban inundados cuando se dio cuenta que aún estaba en la cocina, su hijo podría despertar y descubrirla. Los secó con la mano, hastiada, apuró el café y se fue a su dormitorio, allí estaría segura. Pero sonó el teléfono, del otro lado la voz angustiada de una amiga le contó que acababa de separarse de su pareja, y pasó las siguientes cinco horas escuchando llorar.
"Tenés cara rara" le dijo su hijo al levantarse. "Me duele una muela" respondió ella.
Preparó el desayuno, lavó ropa y se vistió para ir a trabajar. Antes de salir buscó su agenda y apretando los labios escribió para el viernes: llorar a las 22 hs.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Destierro

En Atenas, 500 a.C. , cuando se juzgaba a alguien por algún delito, especialmente a políticos corruptos, el pueblo democráticamente elegía la pena a imponer. Entre las opciones que había, estaba enviar al delincuente al ostracismo, eso era mandarlo al destierro. Para muchos atenienses era ésta una pena más severa que la propia pena de muerte. Ellos, al igual que muchos otros, amaban su tierra y el sólo hecho de imaginar vivir lejos de ella los aterraba.
A Shakespeare se le atribuye la frase: “Exilio, es el otro nombre de la muerte”.
Hoy, 1500 años después, pensaba en cómo podría adaptarse esta práctica, qué hacer con tiranos que deben ser juzgados, dónde los enviaríamos, quién querría recibirlos? Cuánta gente tuvo que tomar su vida y unos pocos kilos de equipaje y dejar su tierra, autodesterrándose ....y cuántos no tuvieron esa posibilidad o no quisieron hacerlo y perdieron la vida sin haber tenido ni siquiera el derecho a ser juzgados.
A mediados del siglo pasado en España todavía se castigaba con el destierro, y en el caso de huída del “convicto” la pena recaía sobre la familia que padecía la confiscación de sus bienes y hasta el mismo destierro.
No puedo opinar muy profundamente sobre las experiencias ajenas, conocí casos de desterrados políticos que salieron huyendo sólo con lo puesto, y sin oportunidad de despedirse de sus seres queridos y que no volvieron nunca más a su tierra, nuestra tierra. También conocí otros que criticaron severamente a aquellos desterrados.
Yo no me fuí ni huyendo ni perseguida, y tampoco me siento una desterrada, la mía fue sólo una elección, sin embargo aún hoy, después de 15 años, sigo sintiendo la crítica malintencionada de algunos que me señalan como “la rata que abandona primero que nadie el barco que se hunde”, y no exagero, textualmente me lo han dicho más de una vez, y por más esfuerzos que haga siempre aparece alguien que critica y juzga. No sirven mis argumentos sobre que transmití el idioma y costumbres a mis hijos, ni que me mantengo en constante contacto con la actualidad de mi país, y por supuesto no sirve ser una de las mayores consumidoras de yerba mate de esta ciudad...siempre hay alguien que no entiende, o mejor dicho, no acepta, entonces a mi esfuerzo de integración en una nueva tierra, debo además esforzarme por conformar a no sé quién y no sé porqué en realidad, si yo sé muy bien quién soy, adónde pertenezco y dónde están mis raíces.

miércoles, 11 de octubre de 2006

Sin razón

Dicen que debemos aprender a decir "no", que es uno de los aprendizajes más complicados. Pero no nos dicen que se refieren sólo al "no" a los demás y que muchísimo más difícil es aprender a decirnos "sí" a nosotros mismos.
Crecemos sobre las excusas del no, vamos postergando, desplazando, siempre tenemos una razón a mano, no hay nada más simple, madurar se va convirtiendo en perfeccionar esas excusas.
Y le vamos diciendo que no a lo que nos mueve, lo que nos apasiona, lo que nos libera de nuestros propios encierros.
Yo dejé de escribir por años, demasiados años, siempre tuve una buena razón para darme, estudio, trabajo, amor, desamor, un hijo, una pareja, un divorcio, una ausencia o una presencia, un dolor o un temor, seguridad e inseguridad, las dos caras de una moneda que compra un buen no. Siempre tuve allí, al alcance, el argumento necesario.
Un día me quedé sin más mentiras, los placebos no alcanzaron, supe que simplemente me dije que no, me faltó la pulsión necesaria, no tuve el coraje o las ganas.
Ese día ya no nos sirve decir por qué, sólo nos queda la decisión entre aceptarnos el no o dar un paso hacia algún lugar.
Podemos encontrar razones para no amar, no soñar, no escribir, porque ninguna de ellas requiere razones para hacerlo. Sólo el deseo, aquel que alguna vez nos recuerda que está allí, que no acepta los "no".
Algún día quedamos frente a frente con nosotros, para ver, como decía, implacable y maravillosa, Alejandra Pizarnik, que "más allá de cualquier zona prohibida hay un espejo para nuestra triste transparencia".

sábado, 16 de septiembre de 2006

Noche de los lápices

Menos de cinco horas bastaron para que las fuerzas militares de la dictadura secuestrasen aquella madrugada del 16 de septiembre de 1976 a Francisco, Daniel, Claudio, Horacio, María Clara y Claudia. El plan de secuestro, tortura y desaparición de personas ya estaba en plena vigencia aunque nadie había escuchado aún hablar de él.
La historia rescató del olvido esa noche de terror ideada por el torturador y asesino Ramón Camps perpetuándola como “La noche de los lápices”.
Cientos de testimonios hechos públicos a partir del juicio a las Juntas militares del Proceso permitieron ir armando el destino de esos seis jóvenes platenses, sus torturas, su sufrimiento, las risas de aquellos cobardes armados y protegidos por el Estado mientras provocaban el mayor dolor posible a adolescentes sin ninguna posibilidad de defensa.
La historia también une sus nombres al reclamo por un boleto estudiantil, y ese recuerdo no los honra, lucharon por mucho más que un boleto, por un mundo sin dictaduras, sin hambre, sin injusticias, con sus creencias, a su manera.
La historia los convirtió en símbolos. No fueron símbolos, fueron seis adolescentes con sus amores y odios, pasiones y opiniones, luchas y proyectos, corajes y temores, seis adolescentes como millones, con derecho a la vida.
El olvido no es opción.



María Claudia Falcone. 16 años


Claudio de Acha. 17 años


Horacio Ungaro. 17 años


María Clara Ciocchini. 17 años


Daniel Alberto Racero. 18 años


Francisco López Muntaner. 16 años


sábado, 9 de septiembre de 2006

También

El teléfono sonó a la madrugada. “Ya está por nacer la nena” me dijo la voz alterada del inaugurado padre. Balbuceé una respuesta tonta y corrí al hospital.
Cuando llegué ella me había ganado, ya estaba en su cuna, con su carita roja por el esfuerzo de salir al mundo y esos ojos que dicen que aún no veían observándolo todo.
Su madre también agotada, pero con mirada calma, feliz.
Su padre era un manojo de nervios. “Hey, calma, ya está” le dije cuando lo vi. Me miró serio y pareció comprender que sí, que ya estaba, que ahí estaba, y estaba todo bien. Lo pensó unos segundos y respondió: “no, no está, recién empieza”. También.
Supe que cambiaría mi vida desde el momento que me enteré de su existencia, pero jamás supuse cuánto. Cada día que la vi crecer dentro del vientre de su madre reviví mi propia maternidad. Ahora, casi tres meses después, viéndola crecer, viéndola descubrir y hacernos descubrir una vez más el mundo para ella, me quedo en silencio asombrada ante lo inexplicable, ante la más pura esencia del amor.
“A menudo los hijos se nos parecen” canta el Nano, también los hermanos, los sobrinos, los nietos, todos aquellos niños de cuyas vidas formamos parte.
“Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción”, también.
¿Cómo saber el límite exacto en el cual ver a cada madre, cada padre, cometer sus propios errores sin decir nada? Tantos cometí yo, y tantos aún cometeré. Tanto me rebelé al consejo de quienes ya habían tenido hijos cuando me convertí en madre, yo sabía y lo que no sabía lo aprendería sola. Luego comprendí que aprendí aquello que me habían dicho, pero por el camino largo. Y también aprendí a ser madre, a ser la madre de mi hijo, de cada hijo, esa relación única entre dos seres únicos.
Hoy observo ese pequeño cielo que nos cubre, me enseña a descubrirla, ensaya una y otra vez sus llantos para aprender a decirnos, no se asusta ante sus intentos fallidos por emitir una palabra, se escucha y asombra, y ríe al comprender que ese sonido lo provocó ella misma. La veo observar mi mano frente a sus ojos, fascinada, moviendo sus pequeños dedos instintivamente, hasta darse cuenta, y mirar su propia mano reconociéndose. Esas pequeñas cosas, esos infinitos detalles que nacen una y otra vez.
Y veo a sus padres asustarse por un estornudo sin poder evitar sonreír cuando no me ven. Me recuerdan a mí.
Hoy aprendí a crear con ella mi propia y única relación en nuestros propios tiempos, y con ellos como padres, y a callar, aunque deba morderme, estableciendo como límite la respuesta a la pregunta precisa y el riesgo de la pequeña. No más allá, ellos sabrán, ellos aprenderán, como todos.
También debo aprender yo.

domingo, 27 de agosto de 2006

Sólo un juego

Así fue que una palabra llevó a la otra, y después de varias palabras sueltas, comenzaron las frases. Nunca esperó grandes demostraciones de interés, más bien lo tomó como un juego de parte de él...y si bien ella nunca jugaba a esos juegos, se animó a hacerlo, con la absoluta seguridad de no tener nada que perder y nada que ganar.
Un juego de dos, donde no había ni reglas a seguir, ni metas...parecía algo sin mucho sentido y menos futuro, pero había algo que la desafiaba, algo que la envolvía y no le permitía alejarse y sopesar los pro y los contras de involucrarse en algo tan incierto.
A medida que pasaban los días y se prolongaban los contactos, se fue dando cuenta de que el juego consistía en decir y al mismo tiempo dejar abierta la posibilidad de crear dudas, durante el primer encuentro se mostraron cuidadosos, prudentes, evitando mostrarse tal cual eran; prefirieron mantener delante del otro una imagen irreal, que les permita participar del juego sin arriesgar demasiado de sí mismos.
Un día mientras charlaban, y se enredaban y desenredaban en la conversación, él le dijo que la amaba, ella no supo si era parte del juego o le estaba confesando algo que arruinaría toda posibilidad de seguir jugando. Ella también sentía que lo quería, aprendió a querer cada una de las cosas que él le mostró, nunca se preguntó si eran verdad, o si jugaba en todo momento o si siempre había inventado todo. Nunca quiso reconocer que el juego consistía en perder en el otro todo lo que uno era...dejar que el otro absorba hasta la última gota de voluntad, de entereza y de dignidad, ella nunca reconoció que el único que había jugado era él y que ella no perdía ni ganaba, sólo era una pieza en su juego de diversión.
Claro que nunca la diversión es eterna con el mismo juego y las mismas piezas...por eso ella se sintió liberada cuando él empezó a perder interés y creyó que era su oportunidad y sin saber de dónde sacó la fuerza empezó a cortar los hilos, las cadenas... al principio se sintió caer como un títere que pierde poco a poco su sostén, se había equivocado al principio, no tenía nada que ganar y mucho que perder, pero lo intentó y lo logró.
Siempre quedan algunos hilos pero ella los maneja, y ya nunca acepta formar parte de un juego sin conocer sus reglas y menos ser el objeto en juego.

miércoles, 9 de agosto de 2006

Ayer hoy

Jueves, 22:30 hs, después de casi diez horas de trabajo lo único que quería era quedarme en la cama y terminar de ver la película que acababa de comenzar cuando sonó el teléfono.
"No voy a atender" me dije mientras levantaba el tubo. Del otro lado una voz femenina que parecía tener mi edad dijo "¿Podrías decirme si allí vive Amarah?". "Sí" respondí "vive aquí". "Ah, bárbaro ¿me pasás con ella?" continuó la desconocida. "Soy yo" dije y sin darme tiempo a preguntar quién era escuché un grito alegre y una catarata de palabras.
"No puedo creer que seas vos, soy Ana C. ¿te acordás de mí?". "¿Quién?" le pregunté tontamente. Sabía quién era, la pregunta sólo era un pedido de tiempo de mi mente para adecuarse, para buscar rápidamente en mi memoria, más de 20 años atrás, un nombre y un rostro que no formaron parte de mi vida en esas décadas.
"Ana C." continuó ella "la amiga y vecina de Gladys F., la que era novia de Rody ¿te acordás?". Sí, claro que me acordaba.
Estaba buscando algo en la guía telefónica cuando se topó con mi nombre y tuvo un "ataque de nostalgia", entonces llamó.
Las siguientes casi tres horas fueron un ida y vuelta, desde los recuerdos de adolescencia compartida al hoy, quién éramos y quién somos, y cómo llegamos a serlo. Por supuesto que cada 10' acordábamos que no íbamos a hablar por teléfono, que teníamos que encontrarnos para charlar frente a frente.
Los nombres empezaron a surgir naturalmente. "¿Te acordás de Ramiro? lo encontré en tal lugar hace tantos años...", "¿sabés algo de Andrea?", "al que veo siempre es a Marcelo...". Así empezamos a recomponer un rompecabezas olvidado, nombres que una u otra no recordaba, reencuentros con otros a partir del relato de cada una.
Reencuentros y cierres. "Ah ¿no te enteraste? se mató en un accidente hace como diez años", "se lo llevaron durante el Proceso, nunca apareció...".
Reencuentros, cierres y constantes. "Me casé y me separé", "yo también", y tal, y tal, y tal... Todos parecen haber pasado por un ensayo y error, un primer matrimonio o convivencia de pareja fallido. Quizás sea una característica generacional.
Buscamos inútilmente las razones de la separación del grupo, aquellos que estuvimos por años diariamente juntos, compartiendo tanta vida. Simplemente crecimos, seguimos viviendo, lo llamamos matrimonio, trabajo, estudio, pero simplemente fue crecer, como ramas en un árbol.
Horas después, tras pasarnos direcciones, mails, teléfonos, acordar que nos llamaríamos para encontrarnos pronto, asegurar que cada una le daría besos a quien aún veía, promesa mediante de decirle a su hermano que me llame y a mi vecino que la agregue en su MSN nos despedimos. Quizás nos encontremos algún día, quizás no.
Quizás sólo nos reencontramos un rato con nosotras mismas, con quienes fuimos, para entender mejor quienes somos.

sábado, 29 de julio de 2006

No quiero

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO...

Angela Figuera Aymerich (1902-1984)

jueves, 6 de julio de 2006

¿Nunca es triste la verdad?

En pura asociación libre el post de Maun me recordó a Ezequiel. Tenía ocho años, estaba en 2do grado, inteligente, alegre, afectivo, con la capacidad de distracción más grande que haya conocido.
Una mañana me miró serio y dijo: "hoy estoy triste porque se murió mi papá". Me sorprendió muchísimo, nadie me había dicho nada, lo cual no es normal, ya que se tiene plena conciencia dentro del ámbito escolar de que esos alumnos requieren una especial contención de la que sus maestros no pueden estar ajenos.
Cuando me puse en comunicación con su mamá ella quedó tan sorprendida como yo. El padre de Ezequiel no había muerto, hacía casi tres años le había dicho que volvería a buscarlo para llevarlo al Zoológico ese fin de semana, y nunca había regresado. Se había separado de la madre cuando Ezequiel tenía tres años, y en los dos siguientes, antes de alejarse definitivamente, apenas lo había visitado un par de veces, en el Día del padre y en su cumpleaños (del padre, no de Ezequiel). Luego simplemente no volvió.
Su mamá le preguntó por qué había dicho algo así, y él respondió con su lógica acostumbrada "es lo mismo, no sabemos si está vivo o muerto". Detrás de esa lógica estaba lo que él no iba a decir, y seguramente no sabía, que es preferible un padre muerto que uno que no te quiere. Ezequiel decidió matar a su papá, era mucho menos doloroso que reconocer el abandono, la falta de amor y la culpa por no haber logrado que su padre lo quisiera (aunque no tuviese ninguna).
Después crecemos, y obviamente no deseamos la muerte de nadie, y mucho menos de alguien querido. Pero algo de ese niño que prefiere enfrentar la muerte al desamor sobrevive.
Empezamos a "matar" gente que amamos con una muerte que no es muerte, pero es tan ajena y tenemos tan poco control como sobre ella.
Una pareja se quiebra, y la culpa la tiene un otro/a que interfirió, aunque sabemos que en una pareja sólo existe un compromiso entre dos y nadie puede interferir si uno de los dos no lo permite, es mejor que sea un otro el culpable, no el desamor. Un hermano, un amigo, que se aleja, no responde, nunca está disponible para nosotros, es por sus responsabilidades, mucho trabajo, compromisos, nunca es desinterés. Un hijo que ni recuerda llamar por teléfono el día del cumpleaños de alguno de sus padres es muy chico, o muy adolescente, o muy ocupado, o muy distraído, nunca es desconsideración. Y en el peor de los casos no sólo preferimos que estén "muertos" sino ser el asesino, no supimos hacer que nos quieran, no supimos mantener una relación.
Demasiadas veces preferimos decir que hoy estamos tristes porque papá murió a enfrentar una realidad tan simple como que no hay amor, y que no haya culpables.

martes, 27 de junio de 2006

A Luis

Mientras conversaba con Susana trataba de adivinar quién era ese "nuevo amigo“ del que desde hacía semanas hablaba. Teníamos la misma edad, ella llegó al barrio casi con 13 años, en plena pubertad y con una carga de acné que frenó todo su ímpetu de conocer gente nueva, es por eso que hablaba maravillada de “ese chico" que rápidamente trabó amistad con ella, "a pesar de sus granos", como repetía a cada momento.
Debí imaginarlo, aunque no dijo su nombre en ningún momento, debí saber que se refería a Luis, Luisito como lo llamaba mi papá.
Era un par de años mayor que yo, y no sé si fue por eso o por su innata actitud protectora que se transformó en un hermano mayor. Nadie hubiera sospechado que detrás de ese chico desgarbado, de dientes delanteros sobresalidos y claros ojos inexpresivos se iba a desarrollar un joven lleno de vida, de planes, con la mirada cada día más brillante. Era el hijo modelo, sin dejar de ser uno de los más revoltosos del grupo de chicos del barrio. Su padre era taxista, entonces, para financiarse sus estudios en la universidad, hacía algunos turnos con el taxi y era conocido y querido por todos en esa parada.
La mayoría de mis permisos para salir y volver más tarde de lo normal, dependían de si iba y volvía con Luisito a casa, y él nunca me fallaba.
Un día conoció a Mónica, mi mejor amiga en la escuela, ella tenía 15 años y yo no cabía dentro de mí de la alegría al verlos juntos, se querían y formaron la pareja del momento.
El tiempo pasó y después de un par de años se separaron sus caminos, pero no para siempre.
Luis pasaba días enteros estudiando, noches trabajando y en algunos momentos libres visitaba a su nueva novia. Lo veía poco, y cada encuentro era una verdadera alegría, siempre lleno de luz, dando motivos a todos de que no hay que bajar los brazos nunca.
Durante varias semanas intentamos juntarnos. Después de muchos meses de vernos por casualidad, cada uno en sus cosas, al fin lo logramos. La Tana nos hizo unas pizzas en su casa, qué reunión especial fue, estábamos todos, Mónica, Carlos, Mauricio, Luis, Susana se había vuelto a mudar de ciudad. Mónica y Luis se reencontraron con el mismo amor de siempre.
No parábamos de hablar de los planes, las esperanzas de encontrar con vida a nuestros amigos queridos que ya habían empezado a desaparecer. Hablamos de la muerte, era la primera vez que tratábamos ese tema de esa manera, cada uno imaginó su propia muerte. Luis fue el que dijo terminantemente: "no me importa cómo ni cuándo, pero que sea rápido, no quiero sufrir ni saberlo antes, ni quedar postrado por años". Era domingo.
El lunes cuando volví a casa del trabajo encontré a mi padre llorando, sólo logré entender que me decía “Luisito”. Todo pasó tan rápido que hoy después de casi 30 años me pregunto cómo resistí ese momento.
Después de la reunión y ya tarde en la madrugada, Luis decidió ver a su novia y contarle la verdad, el reencuentro con Mónica los planes que habían hecho juntos.
Los médicos dijieron que no sufrió, fue sólo un golpe seco al salir despedido de su auto cuando al cruzar una barrera que no funcionó se encontró con un tren que se llevó para siempre su vida. "De haber vivido", dijo el médico forense, "hubiera quedado tetrapléjico".
Jamás visité su tumba, nuestro Luis no está ahí, él dejó su espíritu desparramado ese último domingo.
Hoy cumple 50 años y vive en el recuerdo de muchos que fuimos privilegiados en conocerlo.

sábado, 17 de junio de 2006

Somos los mejores

Competir no es humano, es vital. La vida se sostiene con la competencia, todo ser vivo compite por alimento, procreación, hábitat. Los humanos sólo lo perfeccionamos, intelectualizamos y socializamos.
Competimos con nuestros hermanos, nuestros amigos, desde los juegos infantiles hasta la discusión académica. Tener la razón, ser más lindo, más inteligente, más ingenioso, más humilde, más comprensivo, llegar primero, vamos construyéndonos con triunfos y derrotas, pura competitividad contra otros, contra el mundo, contra nosotros mismos.
En algún momento empezamos a tener conciencia de grupos de pertenencia, competimos entre nosotros dentro del grupo y el grupo compite con el resto del mundo. Entonces empezamos a delegar, otros deben ganar en nuestro nombre, y, a veces, nos toca ganar por otros. El juego, la discusión, la relación, pasan a segundo plano, sólo como objeto de triunfo o derrota.
Ganar construye confianza y deseos de seguir compitiendo, perder construye una mirada sobre nosotros mismos que no es la nuestra sino la de otro. Nada es seguro, vivir implica ir ganando, o perdiendo.
Cuando triunfo o derrota comienzan a tener más valor que aquello que estaba en juego creamos alianzas, trampas, confianzas y traiciones, perder nos hunde en la impotencia y el temor, o en buscar culpables, culpa de otro o nuestra. Nunca es sólo ese juego, ese momento, siempre somos nosotros, nos ganamos o perdemos.
Cuando es otro quien debe triunfar por nosotros, por nuestro grupo, no hay piedad ni perdón, el fracaso no es opción. No nos jugamos la nacionalidad, la familia o el equipo, nos jugamos nosotros. Canalizamos los fracasos personales en triunfos grupales.
Porque competir es una relación dejamos de ver el triunfo como la optimización de algo propio y se convierte en superioridad sobre otro. Entonces 6 a 0 no es "jugaron bien", es "los reventamos", porque el parámetro es la derrota del contrario.
Seguiremos compitiendo porque está en nuestra naturaleza, con una bandera, un nombre, un color, una creencia, un trabajo, una pareja, porque infinitas veces dejamos de ser quien somos, de jugar el juego que jugamos y sólo somos el lugar que ocupamos en la tabla.

jueves, 8 de junio de 2006

Algunas sonrisas


Después de algunos días de silencio, me reincorporo al blog, y decidí hacerlo aceptando la invitación de Grismar, de Antes de la lluvia, a un meme, mencionando 10 películas que me hayan hecho reír. De acuerdo a las reglas invito a continuar con este meme a Paterna de Agua fuertes 2004, a Matías de Voyeur, a Marcelo Lacanna, a Amorentintado y a Chirusa de Cambalacheblog, es sólo una invitación para ellos o para cualquiera que tenga ganas de participar.
Es bastante difícil que alguna película me haya hecho reír abiertamente, apenas alguna sonrisa, y es porque evidentemente debería ver más comedias y menos dramas.

- Desde el jardín: Oscarizada película con la inocencia en primer plano.
- La vida es bella: tragicomedia diría yo, pero que me arrancó tantas sonrisas como lágrimas.
- Pan y tulipanes: comedia/sátira italiana del año 2000, rodada casi en su totalidad
en Venecia.
- Magnolia: También sale del reparto de películas divertidas, pero que con entrelazadas historias cotidianas, nos hace entender que no hay casualidades.
- American beauty: excelente crítica a la sociedad americana, y a muchas otras
también.
- Mejor imposible: Jack Nicholson para aplaudir.
- Doña Flor y sus dos maridos: casi prehistórica comedia brasilera.
- De cara al sol: comedia española, también dentro de la categoría tragicómica
- Guantanamera: joya del cine cubano
- El tesoro de Manitu (Der Schuh des Manitu): comedia alemana que me arrancó una sonrisa e hizo reír a muchos alemanes (aunque no lo crean, jeje)

jueves, 25 de mayo de 2006

Sintonía

Se sentó en una mesa junto a la ventana y pidió un café. Afuera llovía con esa intensidad de las lluvias que durarán poco. Trató de organizar su vida pero se dio cuenta que no tenía ganas, así que sólo se quedó mirando hacia afuera. Un par de mesas más adelante dos chicas adolescentes hablaban demasiado alto, demasiado rápido, gesticulando como si creyeran que las estaban filmando.
"Tengo las entradas para Sintonía" le gritó una a la otra mientras se levantaban para irse. "Uhhh, qué bueno, yo las saqué ayer y..." le respondió la otra mientras se enfrentaban a la lluvia con esa actitud "miren que loca que soy" que incluye bailar debajo de la lluvia o meterse vestido en una fuente.
Sintonía, rock pesado, los había escuchado varias veces, demasiado cuadrados para su gusto. Siguió mirando la calle, observando las posiciones defensivas de los pocos transeúntes que se atrevían a caminar bajo el diluvio. En su mente comenzó a repetirse mecánicamente la palabra "sintonía", sin que ella se diese cuenta, hasta que empezó a perder sentido, sabía lo que significaba, pero después de decirla varias veces comenzó a parecerle una palabra absurda, otro idioma, sin relación con ningún significado.
Aprovechó que la lluvia se había detenido para irse, quería llegar a su casa antes del anochecer, aunque no quería llegar a su casa.
Encendió las luces y fue a la cocina a buscar algo que comer, encendió el televisor por inercia, por escuchar algún sonido. Mientras revolvía la heladera descartando todo le llegó la voz de un locutor anunciando próximamente "Sintonía de amor", una comedia que ya había visto un par de veces. Absurdamente se enojó al volver a escuchar esa palabra, y apagó el aparato. Agarró una manzana y dudó antes de irse a la cama con ella, durante cinco años había vivido en pareja con alguien a quien no le gustaba que comiera nada en la cama, y los sólo diez días de separación no habían logrado acostumbrarla a hacer lo que quisiera.
Se acostó con su manzana y un libro, leyó un rato, y comenzó a dormirse. Mientras su conciencia estaba en el umbral del sueño volvió a repetir "sintonía" una y otra vez en su mente, y ya no tenía sentido, no lograba siquiera con esfuerzo darle el significado que suponía que tenía. Escuchó que comenzaba a llover nuevamente y se sintió incómoda, siempre le había disgustado dormir con la cabecera de la cama bajo la ventana, pero a él le gustaba así, había sido inútil todo intento de cambio, de algún lugar alternativo, él siempre tenía los argumentos exactos para demostrar que tenía razón y que un simple "no me gusta" no es razón suficiente, entonces se había convencido de que no le costaba nada dejarla como él quería.
Se despertó tarde, últimamente se despertaba tarde, tarde en relación a los cinco años anteriores, no a sus ganas. Se sentó a tomar un café y vio un sobre que alguien había pasado por debajo de la puerta. Sabía que era de él, lo había estado esperando aunque lo último que se hubiesen dicho era que no había nada más que decir.
Lo tomó, lo dejó sobre la mesa y fue a vestirse. Largo rato después volvió, se preparó otro café, encendió un cigarrillo y lo abrió. Leyó su tono cariñoso (siempre había sido cariñoso) sin conmoverse, ya había aprendido a leer detrás de ese tono y a desear que alguna vez fuese agresivo, directo.
Llegó a la frase final: "estaríamos juntos si pudiéramos volver a estar en sintonía". Se quedó unos instantes observando el papel, sin ver sus palabras, luego lo dobló cuidadosamente, lo dejó en un cajón y fue a su dormitorio a cambiar de lugar los muebles.

martes, 16 de mayo de 2006

Una Marcha

Se había quedado sin cigarrillos. Fue hasta el kiosco de la esquina y pidió un par de atados. "¿No te enteraste?" le dijo alarmado el kiosquero "están prohibidos desde ayer, tomá pero no vayas a decir nada", y le extendió una bolsita para caramelos con los atados de cigarrillos adentro. Se puso a atender a otro cliente con gesto evasivo, por lo tanto decidió averiguar por sí misma de qué se trataba. No había leído ni escuchado ninguna noticia ese día, pero esa información le resultó tan absurda que no le dio mayor importancia, sería una extraña noción de broma de su kiosquero.
Encendió uno mientras volvía a su casa y desde un auto le gritaron "apagalo, kamikaze". En cuanto llegó tomó el diario, un gran titular informaba: "Acuerdo en 68 países. La prohibición del tabaco ya es Ley". No podía creerlo, encendió el televisor y la PC, entró en varias sitios periodísticos y lo supo. En las sombras y sin previo aviso 68 países habían acordado lanzar su ofensiva antitabaco al unísono. "Millones de trabajadores en la calle a partir de la prohibición" decían aquellos que se atrevían a rebelarse. "Marcha mundial por la libertad" convocaban otros desde la web. "Por la libertad de elección sobre nuestros cuerpos", decían otros.
Quedó aturdida ante la brutal embestida, y por supuesto, iría a la Marcha.
Recorrió unos cuantos negocios conocidos con la intención de proveerse de la mayor cantidad de atados antes de que pasaran al mercado negro, pero sólo consiguió unos pocos, pagándolos diez veces más que su valor original.
Las noticias comenzaron a llegar desde el amanecer: 17 muertos en enfrentamientos con la policía en la Marcha en París, 9 en Londres, 14 en Nueva York, 43 en Río y la lista seguía. Los 68 países habían acordado también reprimir las manifestaciones en forma brutal, tenían la intención de desanimar cualquier intento de oposición.
Se preparó para ir a la Plaza, al eje de la convocatoria. Tenía miedo, un recuento superficial indicaba decenas muertos y cientos de heridos en las Marchas en todo el mundo, pero no iba a quedarse en su casa, no dejaría que la avasallen de ese modo.
La Plaza estaba llena, se veían aquí y allá banderas de partidos políticos, pero eran los menos, casi todos sólo elevaban sus cigarrillos encendidos. La represión no tardó demasiado, primero gases lacrimógenos, hidrantes, balas de goma. Luego los caballos y las balas de acero.
La precaución de haber llevado limón para protegerse de los gases de nada sirvió ante el descontrol y las corridas entre quienes huían, quienes enfrentaban, y los represores. Algo golpeó su espalda haciéndola caer. Intentó levantarse, pero sus piernas no respondieron, recién entonces sintió el dolor. Alguien la levantó y la sacó de allí, nunca supo quién.
Despertó lentamente, tratando de comprender dónde estaba. Un médico sin demasiada sensibilidad le informó que habían extraído la bala pero se había quebrado su columna y quedaría paralizada desde la cintura.
Aún no comprendía lo que estaba pasando, sólo deseaba fumar, tranquilizarse y pensar. Ayer había ido a comprar cigarrillos, estaba apurada ya que debía entregar un trabajo antes del fin de semana.
En la puerta de la habitación vio dos hombres con uniforme policial. Miró interrogante al médico. "Es que estabas en la Marcha, y andabas con los puchos en el bolsillo, te tienen que detener cuando tengas el alta".
Volvió a mirar hacia esa puerta detrás de la cual charlaban y se reían quienes le quitarían su última libertad. Uno de ellos la miró, dio una larga pitada a su cigarrillo y sonrió.

martes, 9 de mayo de 2006

Se busca un amigo



No es necesario que sea hombre,
basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos,
basta que tenga corazón.

Se necesita que sepa hablar y callar,
sobre todo que sepa escuchar.
Tiene que gustar de la poesía,
de la madrugada, de los pájaros,
del Sol, de la Luna, del canto,
de los vientos y de las canciones de la brisa.
Debe tener amor,
un gran amor por alguien,
o sentir entonces,
la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor
que los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar.
Debe tener un ideal y miedo de perderlo
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Debe gustar de los niños y sentir lástima
por los que no pudieron nacer.
Se busca un amigo
para gustar de los mismos gustos,
que se conmueva cuando sea tratado de amigo.
Que sepa conversar de cosas simples,
de lloviznas y de grandes lluvias
y de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio
de bello y de triste durante el día,
de los anhelos y de las realizaciones,
de los sueños y de la realidad.
Debe gustar de las calles desiertas,
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle,
del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga
que vale la pena vivir,
no porque la vida sea bella,
sino porque se tiene un Amigo.
Se necesita un Amigo para dejar de llorar.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame Amigo,
para tener la conciencia
de que aún se vive...

Vinicius de Moraes

martes, 25 de abril de 2006

Definiciones


Ella - Tú no me valoras y no le das valor a mis cosas....
valor.
(Del lat. valor, -ōris).
1. m. Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las
necesidades o proporcionar bienestar o deleite.
Él - no te creas...tú eres de gran “valor” para mí.

Ella - presumo que te aprovechas de mis debilidades.
presunción.
(Del lat. praesumptĭo, -ōnis).
2. f. Der. Hecho que la ley tiene por cierto sin necesidad de que sea
Probado.
Él - yo siento afecto por tí, no sé como puedes presumir eso.
afecto.
(Del lat. affectus).
1. m. Cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor,
el odio etc., y especialmente el amor o el cariño.
Ella – la convivencia no es fácil, no estoy aquí sólo para entretenerte.
convivir.
(Del lat. convivĕre).
1. intr. Vivir en compañía de otro u otros.
Él - si quieres reclamarme algo, dilo directamente.
reclamar.
(Del lat. reclamāre, de re y clamāre, gritar, llamar).
1. tr. Clamar o llamar con repetición o mucha instancia.

Ella - ok, aprende a escucharme.
escuchar.
(Del lat. vulg. ascultāre, lat. auscultāre).
1.tr. Prestar atención a lo que se oye.
2. tr. Dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia.
Él - siempre te oigo.
siempre.
(Del lat. semper).
1. adv. t. En todo o en cualquier tiempo.
Ella - me oyes, pero no me escuchas. No lo demuestras por lo menos.
demostrar.
(Del lat. demonstrāre).
1. tr. Manifestar, declarar

Él - Tú tienes siempre un problema para cada solución.
Ella - Creo que el problema ahora lo tenemos los dos. Es más, creo que los dos tenemos un problema en las 3 acepciones.
problema.
(Del lat. problēma, y este del gr. πρόβλημα).
1.m. Cuestión que se trata de aclarar.
2.m. Proposición o dificultad de solución dudosa.
3.m. Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin.

¿Ponemos atención a lo que realmente decimos?, ¿decimos lo que sentimos o usamos palabras pre-establecidas, que no significan lo que realmente pensamos? ¿Podemos lograr hacernos entender frente a nuestro interlocutor o entendernos nosotros mismos durante un diálogo o sólo nos oímos a nosotros mismos sin prestar atención a lo que el otro dice?.

martes, 18 de abril de 2006

Ilusión sin fraude

Hace un tiempo mi hermana se sumergió en esa angustia de la cual apenas se asoma por momentos. Sabía lo que le pasaba sin necesidad de que me contase, pero me quedé a su lado permitiéndole decir lo que quisiera decir. Se sentía profundamente herida y defraudada por alguien en quien confiaba, y a quien quería.
Yo conocía bastante bien a la persona a la que se refería, no esperaba de él algo distinto a lo que hizo, por lo tanto no me defraudó. Pero mi hermana no había visto lo mismo que yo, y convirtió lo que no era más que su ilusión en la otra persona.
Es tan difícil reconocer el límite. Es tan difícil saber si duele más darnos cuenta que nos equivocamos, que esa confianza estaba puesta en alguien que queríamos que fuera y no en quien era, o enfrentarnos al hecho de que abiertamente nos mintieron. En ambos casos esa persona no era quien creíamos, pero en uno es la propia necesidad de ver, o la ceguera, queremos creer aunque no haya nada en el otro que nos indique que esa creencia tiene algo que ver con la realidad. En el otro el engaño es conciente, voluntario, quieren que creamos en alguien que no existe, y también queremos creer.
Cuando no se llega a los extremos se complica. Es simple ver el engaño cuando no hay coherencia entre lo dicho y lo hecho, pero no lo es cuando el conocimiento de ese otro es el que nos lleva a deducir cómo actuará.
Todos tenemos derecho a cambiar de ideas, todos alguna vez hemos dicho que haríamos o no algo y luego cambiamos, y seguramente todos alguna vez hicimos que otro se sintiera herido por ese cambio, pero hay bases constitutivas en una relación que no pueden ser amoldadas a la conveniencia de la circunstancia. El respeto es la máxima, sin él no hay nada más. Cuando descubrimos que aquel en quien confiábamos nos falta el respeto o permite que lo hagan avalándolo en silencio, que es lo mismo, todo se quiebra.
A mi hermana no la respetaron una y otra vez, directa e indirectamente, y siempre lo justificó, nunca quiso verlo, hasta que fue inevitable. Y luego confundió desilusión con defraudación.
Podés sentirte defraudado por quien siempre se presenta de un modo que te inspire (incluso te exija) confianza, pero te deja enfrentándote a una realidad muy diferente cuando no le conviene defender con hechos esa confianza, pero no culpar al otro por lo que no quisimos ver, aunque la desilusión duela del mismo modo.
Mi hermana cree que ya entendió que había inventado a alguien que no existía, que no la engañaron, y encontró en esa comprensión un mínimo alivio, ya que a partir de ese momento empezó a culparse a sí misma. Convirtió ese comprender que se engañó a sí misma en la perfecta excusa para justificar a quien la hirió.
Y yo no sé cómo explicarle que no hay culpas, que nada justifica a quien no la respeta, que se cree lo que se puede creer. Y que sólo queda asumir la responsabilidad del error, llorar, aprender y seguir.

miércoles, 12 de abril de 2006

Amor, un sentimiento primitivo?


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Amor, un sentimiento primitivo? ¿O será simplemente una construcción social que depende del espíritu de cada época? Ya en los más antiguos escritos del hombre se encuentran textos en los que describen lo que llamamos estar enamorados, como euforia o suerte pero también tormento. Enamorarse suena, entonces, ser una experiencia primitiva.
¿Pero fue amor siempre amor? Una mirada en la historia nos muestra cómo fue vivido el “amor” y cómo en gran medida fue dependiendo de las épocas y culturas.Por ejemplo, en la antiguedad, los poemas egipcios describen, a veces con mucha intimidad, sentimientos como amor, estar enamorado o penas de amor, en cambio sentimientos de vergüenza o culpa no se encuentran prácticamente.
La mitología griega y romana era algo así como el gran culebrón, quién con quién y en qué forma divina o humana, formaron una colorida historia de amores, deseos y seducciones; donde incesto y homosexualidad eran menos tabú que hoy, era entonces el amor un juego divino??En la edad media, el cristianismo, llevó como meta que los deseos “carnales” y las ansias sean totalmente sometidos y sujetados. Ya no solamente impúdicos tratos sino que las más mínimas fantasías eróticas fueron condenadas celosamente, todo amor debía ser dirigido solamente a ese Dios; mientras tanto, fuera de las iglesias y claustros, el amor era entregado livianamente, en contactos promiscuos en baños públicos o burdeles estatales. Al tiempo que en las voces de los poetas el amor era tomado como el máximo sentimiento que arrastraba a dos personas a lo largo de sus vidas y que sólo podría consumarse después de la muerte, pero claro, no todos querían esperar tanto tiempo...El matrimonio en todo ese tiempo, fue tomado como algo vital para la comunidad, pero relacionado al cuidado mutuo y la crianza de los hijos. Con “amor” no tenía nada que ver, al contrario, se consideraba al amor apasionado como algo peligroso para una unión de larga duración.A partir del siglo XIX cambia nuevamente la situación y amor en el matrimonio o en las relaciones de pareja empiezan a ser considerados como positivos. Los sentimientos vuelven a tener importancia en la unión de parejas, incluso dentro del matrimonio.
Hoy es, por lo menos en las sociedades occidentales, algo sobreentendido, lo que era inimaginable 200 años antes. El llamado ideal romántico toma forma y la posibilidad de que haya alguien que siente amor que pueda durar a lo largo de toda su vida, despierta nuevos desafíos en la gente. El cine ayuda a que ésto funcione con ejemplos poco realistas, ya que en nuestras vidas reales tenemos mucho que pelear con esa idealizacion, como lo demuestran el gran número de separaciones y vidas singles.

sábado, 1 de abril de 2006

Sólo un ala

Se despertó sobresaltada en su sillón. Se había dormido unos minutos antes mientras leía y eso la sorprendió, ella nunca se dormía leyendo.
Fue apagando las luces mientras iba a su dormitorio, se desvistió y se acercó a la cama sin prestarle atención hasta que algo atrajo su mirada. Sobre la almohada, intacta, destacándose sobre el blanco de la funda, había un ala de mariposa.
Era un ala hermosa, azul intenso con gamas de blancos y rojos diluídos.
Mientras la observaba comenzó a preguntarse cómo habría llegado allí. "Debe haber entrado una mariposa cuando abrí la ventana", se dijo, y comenzó a recorrer el departamento buscándola. Fue encendiendo las luces una a una, hasta que no quedó un sólo ambiente que no estuviese completamente iluminado. No había ninguna mariposa. "Qué extraño", se dijo, y de pronto se dio cuenta: si había perdido un ala no podría volar, seguramente caminó buscando un rincón oscuro donde protegerse.
Buscó debajo de cada mueble, en cada ángulo, detrás de cada puerta. Cuando se aseguró que no estaba a la vista comenzó a quitar cada objeto de su lugar, primero los muebles más grandes, hasta llegar a los pequeños objetos sobre mesas y repisas. No había ninguna mariposa. Miró dentro de los armarios, cajones, vasos y tazas. Nada.
Hizo un repaso mental de cada actividad desde la última vez que recordaba haber visto su almohada, esa misma tarde, cuando acomodó la cama. No había salido, tampoco abierto puertas o ventanas, excepto un instante en el que lo hizo con la ventana del living, pero estaba demasiado lejos, demasiadas paredes, y ninguna fuente de aire que pudiese provocar el vuelo que la hubiera depositado sobre su almohada.
"Una araña", pensó de pronto. Era lógico, quizás la mariposa hubiera caído en la tela de alguna y se desprendió un ala. Comenzó entonces a buscar hacia arriba, en los techos, las lámparas, los marcos de puertas y ventanas. Sólo encontró un par demasiado pequeñas como para enfrentar una mariposa del tamaño que se infería por el ala, y ni siquiera arañas de tela, sino dos minúsculas cueveras.
Se sentó en su cama, cansada y desconcertada. Buscó un papel, con él levantó el ala, y la depositó en una cajita de madera que alguna vez contuvo un perfume que jamás usó.
Comenzó a sentir un indefinido malestar. La escena parecía producida, el ala despositada casi con suavidad en su almohada, en el centro, donde no podría no haberla visto.
"Alguien la puso ahí", concluyó mientras todo su cuerpo se tensaba. Una vez más siguió con su memoria cada uno de sus movimientos, esta vez buscando aquel instante en el cual alguien pudiera haber entrado en su departamento sin que ella lo viera. Eran tantos: mientras estaba en su PC con los auriculares puestos, escuchando música de espaldas a la puerta, mientras se duchaba, en esos minutos que ya no recordaba cuántos serían en los que se durmió en el sillón.
El ala dejó de ser hermosa. Observó la cajita de madera y sintió pánico.
Corrió hacia la puerta comprobando que estaba cerrada con llave, pero aún así la trabó con una silla. Intentó tranquilizarse y dormir, pero cuando casi se apoyaba en la almohada sintió una ráfaga de repulsión, y la arrojó a varios metros.
No quiso contárselo a nadie, sólo comenzó a observar y analizar cada palabra, cada gesto, de las personas que la rodeaban. Días después se sintió lo suficientemente segura como para mencionar las palabras "mariposa" o "ala" en alguna charla y observar las reacciones. El mundo parecía ajeno a ella y su ala. Fue alejándose de él, manteniendo sólo los contactos imprescindibles para su supervivencia hasta casi desaparecer.
Cinco años después despertó sobresaltada en su sillón. Se había dormido leyendo. Fue apagando las luces mientras iba a su dormitorio, se desvistió, se acercó a la cajita de madera que alguna vez contuvo un perfume que nunca usó, la abrió, observó el ala, hermosa, azul, intacta, y se durmió.

miércoles, 29 de marzo de 2006

Juegos de azar

- Buenos días, hablo con la señora M.?
- Sí, buenos días.
- La llamo de la empresa Lotería del sur, SKL, la conoce?
- Sí, sí.
- Es la que tiene un programa de TV.
- Sé de qué se trata, sí.
- Bueno, la llamo para darle a usted la oportunidad de hacerse millonaria, señora M.
- Ehhh???
- Es muy sencillo, se lo aseguro.
- Lo agradezco, pero no estoy interesada (Estaría dejando pasar mi oportunidad?, será que yo me convertiría en millonaria a través de un llamado telefónico??....pensé)
- No está interesada en ser millonaria señora M.??
- No, no estoy interesada en juegos de azar.
- Usted no puede no estar interesada, sin saber por lo menos de lo que se trata.
- Y seguramente usted me lo va a informar no es cierto?, bueno, le ahorro su tiempo, ya que no tengo interés.
- Es que...cómo puede alguien no estar interesado en ganar dinero?
- Yo no he dicho eso, mi dinero lo gano yo misma de la manera que yo creo conveniente.
- Pero, Señora M., esta es una oportunidad que no se les presenta a todos.
- Imagino que no, seremos los elegidos que aparecen en la lista de llamados que le corresponde hacer hoy. (Se notaba que yo estaba perdiendo la paciencia).
- Creo que usted menosprecia mi trabajo señora M.
- No fue esa mi intención, señorita, pero permítame darle un consejo. Está usted interesada en juegos de azar?
- Sí, por supuesto.
- Pues, cuando termine su horario de trabajo, con el que usted gana su dinero, pida a algún compañero de trabajo que la llame y le ofrezca hacerse millonaria con lotería del sur, eso le evitaría tener que hacer estos llamados, que por lo que veo la ponen de muy mal humor.
- Bueno señora, como usted quiera, le deseo buenos días.
- Gracias, igualmente a usted.

Corté pensando en cuanta gente cree o deja todo en manos del azar, que ni pelea ni intenta algo por sus propios medios, que espera ese “llamado” que cambiará su vida y se queda esperando aunque no llegue nunca. No estoy en desacuerdo con quienes juegan, justamente si lo toman como un juego, a veces se convierte en una forma de vida y allí es donde se pone peligroso el tema. Sí estoy en desacuerdo con esos llamados que menosprecian la capacidad de decisión de uno, y lo obligan a creer que todo nuestro futuro está en manos de ese llamado.

viernes, 24 de marzo de 2006

30 años


Miles siguen aún desaparecidos, Nietos aún no fueron recuperados, los asesinos gozan de libertad o "prisión" de privilegio, muchos de ellos ocupan cargos dentro del aparato estatal.
Hoy se cumplen 30 años de algo que comenzó a gestarse mucho antes, y que no terminó con la caída de la dictadura. Hoy todos lo recuerdan, ojalá lo hayan recordado ayer, y mañana.
El olvido no tiene perdón, el perdón es inadmisible.
Amarah y Maun

sábado, 18 de marzo de 2006

Los unos y los otros

Hace una semana recibí un mail. Elimino mecánicamente todo lo que me llega con remitente desconocido, pero como en su Asunto aparecía el nombre de alguien conocido, lo leí. Era una estupidez que me "informaba" que soy una "cornuda" y me pedía amablemente que deje en "libertad de acción" a dicha persona. Más allá de que me resultó sumamente interesante enterarme de que mi pareja me engaña, sobre todo ante el hecho de que no tengo pareja, tuve una crisis de paranoia.
Era la segunda vez en mi vida que recibía algo así, y si bien pasaron ya algunos años desde aquella primera, y sé que no se trata de la misma persona ni de la misma circunstancia, o quizás justamente por saber eso, me pregunté qué será lo que hago para atraer a esa clase de gente.
Le conté y mostré el mail a un par de amigas, y me ayudaron a salir de mi paranoia, pero me dejaron en un lugar más incierto. Ambas coincidieron en una frase: "no te preocupes, son cosas que se hacen, son bastante comunes".
"Son cosas que se hacen" supone una cierta aceptación o al menos resignación.
Hace un par de días recibí otro mail. Este formaba parte de una cadena de difusión de las amenazas recibidas por Abuelas, la organización creada por las abuelas para recuperar a esos niños (sus nietos) nacidos en el cautiverio de sus padres y apropiados durante la dictadura militar. Muchas de esas amenazas les llegan por via mail.
Obviamente no voy a comparar la gravedad de ambos hechos, de una estupidez de alguien sin nada mejor que hacer y de un hecho políticamente preocupante, pero no pude evitar ver la similitud en la metodología. ¿Qué los diferencia? el objetivo. Pero no el método.
Hace algunas décadas se hacía un llamado telefónico anónimo, ahora con los identificadores de llamados eso se complica, pero siempre que un medio se trunca, aparece otro. Ahora existen los celulares y los mails.
En un caso hay alguien que se toma el trabajo de crear una cuenta de correo (porque dudo que usen la personal) para mandarle a alguien alguna forma de intimidación privada, en otro hay una organización detrás que hace lo mismo en una intimidación pública. Pero lo que debe tener una persona para enviar ese mail privado es lo mismo en su base que lo que debe tener el que lo envía a las Abuelas, aunque me juego a que si esa persona lee ésto saltaría indignada diciendo que no es así, que no es comparable.
No será comparable lo que cada uno busca, no lo será la trascendencia de hincharle los ovarios a una persona en particular o agredir a una organización como la de las Abuelas, con todo lo que representan. No lo será en que la cobardía de unos seguramente no los lleva más allá del mail mientras que la de otros tiene una escalada que nunca culmina en algo bueno. No lo será en que mientras unos deben apelar al "buchoneo" o la "sugerencia" con tal de lograr su objetivo, pero sin amenaza (ya que no tienen con qué amenazar) los otros lo hacen, porque son capaces de extremos. No lo será en que mientras unos buscan "sacar del camino" a alguien que presumiblemente los molesta y muchas veces lo logran, otros buscan silenciar a quienes luchan por algo justo para imponer su control, y por suerte no lo logran. No lo será en que mientras unos ponen en evidencia una miseria privada, íntima, que sólo afecta a quien los "molesta" otros lo hacen exponiendo la peor miseria social, pública, que afecta a miles. No lo será en que mientras uno es un acto privado el otro es político.
Pero allí en lo profundo, en donde nace lo que lleva a unos y otros a no respetar, no hay diferencia.

domingo, 12 de marzo de 2006

No te quiero

Cuántas veces hemos dicho "te quiero“, cuántas veces lo hemos sentido, cuántas lo hemos callado. Se presume que es la palabra mágica, siempre esperada por los que quieren, casi siempre fácil de decir. Es probable que cuando lo sentimos realmente, ya lo hayamos dicho antes, adelantándonos a nosotros mismos. Casi por costumbre decimos querer a todo ser que se nos cruza y nos cae bien...o cumple con nuestras expectativas, “es mi peluquero y lo re quiero!!”, “qué lindo tu post, te quiero mucho”. Siento que se usa de una manera liviana, que se abusa y maltrata no sólo la palabra sino el sentimiento en sí.
Casi no dudamos cuando lo decimos, en general creemos estar seguros de sentirlo y con derecho a decirlo a quien creamos que se lo merece.
Cuantas veces, también, estamos esperando que nos lo digan, y además, claro, pretendemos que sea sentido y llegamos en algunos casos a modificar la realidad, nuestra realidad, de tal manera que se amolde y quepa perfectamente en ese sentimiento que creemos nos es dado. Nos apropiamos de esas palabras y montamos el escenario perfecto a nuestras expectativas... así avanzamos en un intercambio de te quieros, con o sin consecuencias.
Decir “no te quiero” se hace más difícil, no de sentir, sino de decir, cuando todo se va cayendo, buscamos excusas e intentamos sostener por el mayor tiempo posible una realidad a medias, sin decir ni querer reconocer que la verdad es que no queremos más, o que nunca hemos querido. Pero no lo decimos, al contrario, después de una larga lista de razones posibles, además agregamos “pero siempre voy a quererte”. ¿Por qué no podemos decirlo, así de frente y tan fácilmente como cuando decimos te quiero?

martes, 28 de febrero de 2006

Manos de gitana

Hace algunos años en la fiesta de cumpleaños de una amiga alguien dejó caer el comentario: "Amarah tiene ascendencia gitana". Como ninguno de los presentes había llevado a sus niños no se preocuparon (imagino que algunos habrán escondido rápidamente sus anillos, pero lo hicieron con disimulo).
De inmediato llegó la pregunta inevitable: "¿sabés leer las manos?". "Depende de en qué idioma estén escritas" respondí con la esperanza de que olviden la idea. Pero fue imposible, nada atrae más que imaginar algún acceso a lo oculto, al futuro, a otros. Nadie cree, pero nadie deja de leer el horóscopo.
"Dale, leémela" me dijo una chica de unos 25 años mientras ponía su mano a 5 cm de mis ojos. De inmediato leí en esa mano un peligro inminente: o se la "leía" o no tendría paz en el resto de la noche.
"Te sentís insegura ante una decisión que debés tomar" le dije seriamente mientras le quitaba de la palma algunas miguitas de torta que me impedían el conocimiento. "Siiiiii" respondió fascinada "¿cómo me va a ir?". "La decisión que tomes será la más acertada" continué. Para entonces ya se había formado un círculo de gente que limpiaba sus manos en espera.
"Alguien que querés no te comprende", "si te arriesgás vas a tener cambios importantes en tu vida", "pasaste por momentos difíciles", "alguien te traicionó", "no le decís la verdad a alguien", "querés hacer cambios en tu vida pero te asustan", "alguien que conocés está en una difícil situación y podés ayudarlo"... Cada una de mis lecturas recibió una seria aprobación, en algunos casos se retiraron con expresión de profunda introspectiva.
Al fin me cansé de decir obviedades y me fui a tomar aire. Meses después encontré a mi amiga, la del cumpleaños, y me contó que todos habían quedado impresionados por "lo acertado" de mis lecturas. Ninguno pareció darse cuenta que cada palabra que dije cuadraba casi para todos.
La única lectura que pude hacer de esas manos fue que los lugares comunes de la humanidad aún parecen ser esotéricos para una mayoría.

jueves, 23 de febrero de 2006

El otro, el mismo

1964
I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges, 1964

jueves, 16 de febrero de 2006

5to "C"

"No sabés cómo me duele la cabeza" le dijo ella después de cenar. "¿Querés una aspirina?" ofreció él amablemente. "No, gracias, ya tomé, es que hoy tuve un día infernal" respondió mientras se desvestía para acostarse. "¿Qué pasó?" preguntó él obligadamente, ya desde la cama. Comenzó a contarle mientras él respondía con algún monosílabo cada tanto que indicase que escuchaba, o al menos que aún estaba despierto. Un par de frases hechas, lugares comunes, alguna pregunta cuya respuesta era obvia.
Ella apuró el final del relato comprendiendo su desinterés, y preguntó lo que él esperaba: "¿Y vos, qué tal te fue? ¿ya arreglaste las fechas?" De inmediato él revivió, demostró su capacidad para elaborar larguísimas frases, su elocuencia. Ella lo escuchó atentamente, preguntó algo aprovechando los instantes en los que él tomaba aire, y vio como esas preguntas le abrían a la historia nuevos caminos. En realidad no le interesaba lo que le estaba contando, pero le importaba él, por lo tanto le interesaba todo aquello que a él le importase.
Largo rato después, cuando ya se había enterado de todo su día y sus opiniones, cuando él hizo un momento de silencio, comentó: "Saqué las entradas, justo lo encontré a Darío, el del 5to 'C', me invitó a tomar un café y charlamos", él la interrumpió con un "ahhh ¿las conseguiste?". "Sí" dijo ella "las tengo en el bolso... te decía que me encontré con Darío, el del 5to 'C', tomamos un café, te mandó saludos". "Gracias, mandale saludos si volvés a verlo" dijo él apagándose. "Es posible, me dijo que si alguna vez tenía ganas de charlar ya sé dónde vive". De repente él recordó que era tarde y mañana tenía que madrugar. La besó con un "hasta mañana".
Ella lo vio dormirse, miró la hora, aún no eran las 11, pero sabía que hasta el día siguiente no volvería a verlo.
Se levantó despacio, se vistió, tuvo unos instantes de indecisión, luego salió. Subió dos pisos por la escalera, recorrió lentamente el pasillo y se detuvo. Encendió un cigarrillo y oprimió el timbre del 5to 'C'.

martes, 14 de febrero de 2006

La oveja negra



Día de los enamorados... enamorados de qué???

Ok, ok!! Convengamos que es lindo el amor, darlo y recibirlo, pero también convengamos que en el 90% de los casos, uno se enamora de alguien que no nos corresponde, es improbable que la/el elegido por nuestro corazón nos haya elegido antes, durante o después, ya sea porque están enamorados de alguien ya, o están enamorados de ellos/ellas mismos/as, o no le interesamos; o sea que nos queda solo un 10% probable. No es demasiado pero algo es algo, si a eso le restamos los que esperan un día “de los enamorados” para decirnos o hacer lo que estuvimos esperando ya hace 364 días....y no hablo de copias hollywoodenses de demostraciones de amor, casi que nos quedan las cuentas en rojo. Es por eso que creo que la mayoría que anda hoy enviando tarjetas, flores o lo que sea, sólo forma parte de un escenario montado y que repite la obra una vez al año, u ovejitas blancas como yo les llamo.
Me niego rotundamente a ser parte de esta confabulación puramente comercial, y sé que no soy la única oveja negra del rebaño.

sábado, 11 de febrero de 2006

Mentiras y verdades

Ella dejó el lápiz sobre la mesa y comenzó a pensar en lo que había sentido durante el último tiempo, no era la primera vez que se distraía de su trabajo habitual con esos pensamientos, no supo claramente porqué había llegado a ese punto en el que reconocía la mentira a simple vista, mientras que antes sólo era una duda molesta que se entrometía justo cuando menos la necesitaba.
Sin embargo ahora, allí estaba en todo su esplendor, expuesta y seductora... Siempre pensó que no necesitaría de ella, y que la reconocería fácilmente si se acercaba, sin embargo fue dejando que la mentira la envuelva, ocupe sus espacios, tanto que pasó a ser la protagonista de su vida y ella pasó a un segundo plano.
Todo funcionó más o menos bien mientras la mentira era tomada por verdad, mientras esas mentiras verdaderas alcanzaban para darle motivos hasta para seguir respirando; pero claro, por más que se haya empecinado en mantenerlas vivas y verdaderas, de a poco iban mostrando su identidad.
No supo qué hacer, buscó nuevas mentiras para no quedarse sin nada pero ya no le alcanzaban, la verdad iba ganando terreno. Ella no quería verdades, dolorosas, sinceras, híbridas, que la amenazaban con descubrir que allí se terminaba el camino, quería más mentiras, que la acompañen y la protejan. Se puso su abrigo y salió, sin saber hacia dónde pero con una meta clara, enfrentar a la verdad con su mayor mentira.

viernes, 10 de febrero de 2006

Porque sí

¿Por qué habrá quienes preguntan por qué o para qué un blog? Nadie le preguntaría a un músico por qué toca, o a un pintor para qué pinta. Por eso nosotras no nos preguntamos nada, sólo lo hacemos.
No tenemos idea del por qué, para qué o para quién. Ni siquiera sabemos qué diremos. Lo que tengamos ganas, lo que pensemos, lo que quizás siempre tuvimos ganas de decir y no lo hicimos. Cada una a su manera, con su estilo, con sus ganas. Cada una bajo el ala del sombrero que la cubre, la protege y la identifica. Quizás dentro de un tiempo tengamos algunas respuestas, pero no hoy. Hoy sólo decimos: "Hola, éste es nuestro blog. Bienvenidos"
Amarah y Maun.