martes, 25 de abril de 2006

Definiciones


Ella - Tú no me valoras y no le das valor a mis cosas....
valor.
(Del lat. valor, -ōris).
1. m. Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las
necesidades o proporcionar bienestar o deleite.
Él - no te creas...tú eres de gran “valor” para mí.

Ella - presumo que te aprovechas de mis debilidades.
presunción.
(Del lat. praesumptĭo, -ōnis).
2. f. Der. Hecho que la ley tiene por cierto sin necesidad de que sea
Probado.
Él - yo siento afecto por tí, no sé como puedes presumir eso.
afecto.
(Del lat. affectus).
1. m. Cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor,
el odio etc., y especialmente el amor o el cariño.
Ella – la convivencia no es fácil, no estoy aquí sólo para entretenerte.
convivir.
(Del lat. convivĕre).
1. intr. Vivir en compañía de otro u otros.
Él - si quieres reclamarme algo, dilo directamente.
reclamar.
(Del lat. reclamāre, de re y clamāre, gritar, llamar).
1. tr. Clamar o llamar con repetición o mucha instancia.

Ella - ok, aprende a escucharme.
escuchar.
(Del lat. vulg. ascultāre, lat. auscultāre).
1.tr. Prestar atención a lo que se oye.
2. tr. Dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia.
Él - siempre te oigo.
siempre.
(Del lat. semper).
1. adv. t. En todo o en cualquier tiempo.
Ella - me oyes, pero no me escuchas. No lo demuestras por lo menos.
demostrar.
(Del lat. demonstrāre).
1. tr. Manifestar, declarar

Él - Tú tienes siempre un problema para cada solución.
Ella - Creo que el problema ahora lo tenemos los dos. Es más, creo que los dos tenemos un problema en las 3 acepciones.
problema.
(Del lat. problēma, y este del gr. πρόβλημα).
1.m. Cuestión que se trata de aclarar.
2.m. Proposición o dificultad de solución dudosa.
3.m. Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin.

¿Ponemos atención a lo que realmente decimos?, ¿decimos lo que sentimos o usamos palabras pre-establecidas, que no significan lo que realmente pensamos? ¿Podemos lograr hacernos entender frente a nuestro interlocutor o entendernos nosotros mismos durante un diálogo o sólo nos oímos a nosotros mismos sin prestar atención a lo que el otro dice?.

martes, 18 de abril de 2006

Ilusión sin fraude

Hace un tiempo mi hermana se sumergió en esa angustia de la cual apenas se asoma por momentos. Sabía lo que le pasaba sin necesidad de que me contase, pero me quedé a su lado permitiéndole decir lo que quisiera decir. Se sentía profundamente herida y defraudada por alguien en quien confiaba, y a quien quería.
Yo conocía bastante bien a la persona a la que se refería, no esperaba de él algo distinto a lo que hizo, por lo tanto no me defraudó. Pero mi hermana no había visto lo mismo que yo, y convirtió lo que no era más que su ilusión en la otra persona.
Es tan difícil reconocer el límite. Es tan difícil saber si duele más darnos cuenta que nos equivocamos, que esa confianza estaba puesta en alguien que queríamos que fuera y no en quien era, o enfrentarnos al hecho de que abiertamente nos mintieron. En ambos casos esa persona no era quien creíamos, pero en uno es la propia necesidad de ver, o la ceguera, queremos creer aunque no haya nada en el otro que nos indique que esa creencia tiene algo que ver con la realidad. En el otro el engaño es conciente, voluntario, quieren que creamos en alguien que no existe, y también queremos creer.
Cuando no se llega a los extremos se complica. Es simple ver el engaño cuando no hay coherencia entre lo dicho y lo hecho, pero no lo es cuando el conocimiento de ese otro es el que nos lleva a deducir cómo actuará.
Todos tenemos derecho a cambiar de ideas, todos alguna vez hemos dicho que haríamos o no algo y luego cambiamos, y seguramente todos alguna vez hicimos que otro se sintiera herido por ese cambio, pero hay bases constitutivas en una relación que no pueden ser amoldadas a la conveniencia de la circunstancia. El respeto es la máxima, sin él no hay nada más. Cuando descubrimos que aquel en quien confiábamos nos falta el respeto o permite que lo hagan avalándolo en silencio, que es lo mismo, todo se quiebra.
A mi hermana no la respetaron una y otra vez, directa e indirectamente, y siempre lo justificó, nunca quiso verlo, hasta que fue inevitable. Y luego confundió desilusión con defraudación.
Podés sentirte defraudado por quien siempre se presenta de un modo que te inspire (incluso te exija) confianza, pero te deja enfrentándote a una realidad muy diferente cuando no le conviene defender con hechos esa confianza, pero no culpar al otro por lo que no quisimos ver, aunque la desilusión duela del mismo modo.
Mi hermana cree que ya entendió que había inventado a alguien que no existía, que no la engañaron, y encontró en esa comprensión un mínimo alivio, ya que a partir de ese momento empezó a culparse a sí misma. Convirtió ese comprender que se engañó a sí misma en la perfecta excusa para justificar a quien la hirió.
Y yo no sé cómo explicarle que no hay culpas, que nada justifica a quien no la respeta, que se cree lo que se puede creer. Y que sólo queda asumir la responsabilidad del error, llorar, aprender y seguir.

miércoles, 12 de abril de 2006

Amor, un sentimiento primitivo?


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Amor, un sentimiento primitivo? ¿O será simplemente una construcción social que depende del espíritu de cada época? Ya en los más antiguos escritos del hombre se encuentran textos en los que describen lo que llamamos estar enamorados, como euforia o suerte pero también tormento. Enamorarse suena, entonces, ser una experiencia primitiva.
¿Pero fue amor siempre amor? Una mirada en la historia nos muestra cómo fue vivido el “amor” y cómo en gran medida fue dependiendo de las épocas y culturas.Por ejemplo, en la antiguedad, los poemas egipcios describen, a veces con mucha intimidad, sentimientos como amor, estar enamorado o penas de amor, en cambio sentimientos de vergüenza o culpa no se encuentran prácticamente.
La mitología griega y romana era algo así como el gran culebrón, quién con quién y en qué forma divina o humana, formaron una colorida historia de amores, deseos y seducciones; donde incesto y homosexualidad eran menos tabú que hoy, era entonces el amor un juego divino??En la edad media, el cristianismo, llevó como meta que los deseos “carnales” y las ansias sean totalmente sometidos y sujetados. Ya no solamente impúdicos tratos sino que las más mínimas fantasías eróticas fueron condenadas celosamente, todo amor debía ser dirigido solamente a ese Dios; mientras tanto, fuera de las iglesias y claustros, el amor era entregado livianamente, en contactos promiscuos en baños públicos o burdeles estatales. Al tiempo que en las voces de los poetas el amor era tomado como el máximo sentimiento que arrastraba a dos personas a lo largo de sus vidas y que sólo podría consumarse después de la muerte, pero claro, no todos querían esperar tanto tiempo...El matrimonio en todo ese tiempo, fue tomado como algo vital para la comunidad, pero relacionado al cuidado mutuo y la crianza de los hijos. Con “amor” no tenía nada que ver, al contrario, se consideraba al amor apasionado como algo peligroso para una unión de larga duración.A partir del siglo XIX cambia nuevamente la situación y amor en el matrimonio o en las relaciones de pareja empiezan a ser considerados como positivos. Los sentimientos vuelven a tener importancia en la unión de parejas, incluso dentro del matrimonio.
Hoy es, por lo menos en las sociedades occidentales, algo sobreentendido, lo que era inimaginable 200 años antes. El llamado ideal romántico toma forma y la posibilidad de que haya alguien que siente amor que pueda durar a lo largo de toda su vida, despierta nuevos desafíos en la gente. El cine ayuda a que ésto funcione con ejemplos poco realistas, ya que en nuestras vidas reales tenemos mucho que pelear con esa idealizacion, como lo demuestran el gran número de separaciones y vidas singles.

sábado, 1 de abril de 2006

Sólo un ala

Se despertó sobresaltada en su sillón. Se había dormido unos minutos antes mientras leía y eso la sorprendió, ella nunca se dormía leyendo.
Fue apagando las luces mientras iba a su dormitorio, se desvistió y se acercó a la cama sin prestarle atención hasta que algo atrajo su mirada. Sobre la almohada, intacta, destacándose sobre el blanco de la funda, había un ala de mariposa.
Era un ala hermosa, azul intenso con gamas de blancos y rojos diluídos.
Mientras la observaba comenzó a preguntarse cómo habría llegado allí. "Debe haber entrado una mariposa cuando abrí la ventana", se dijo, y comenzó a recorrer el departamento buscándola. Fue encendiendo las luces una a una, hasta que no quedó un sólo ambiente que no estuviese completamente iluminado. No había ninguna mariposa. "Qué extraño", se dijo, y de pronto se dio cuenta: si había perdido un ala no podría volar, seguramente caminó buscando un rincón oscuro donde protegerse.
Buscó debajo de cada mueble, en cada ángulo, detrás de cada puerta. Cuando se aseguró que no estaba a la vista comenzó a quitar cada objeto de su lugar, primero los muebles más grandes, hasta llegar a los pequeños objetos sobre mesas y repisas. No había ninguna mariposa. Miró dentro de los armarios, cajones, vasos y tazas. Nada.
Hizo un repaso mental de cada actividad desde la última vez que recordaba haber visto su almohada, esa misma tarde, cuando acomodó la cama. No había salido, tampoco abierto puertas o ventanas, excepto un instante en el que lo hizo con la ventana del living, pero estaba demasiado lejos, demasiadas paredes, y ninguna fuente de aire que pudiese provocar el vuelo que la hubiera depositado sobre su almohada.
"Una araña", pensó de pronto. Era lógico, quizás la mariposa hubiera caído en la tela de alguna y se desprendió un ala. Comenzó entonces a buscar hacia arriba, en los techos, las lámparas, los marcos de puertas y ventanas. Sólo encontró un par demasiado pequeñas como para enfrentar una mariposa del tamaño que se infería por el ala, y ni siquiera arañas de tela, sino dos minúsculas cueveras.
Se sentó en su cama, cansada y desconcertada. Buscó un papel, con él levantó el ala, y la depositó en una cajita de madera que alguna vez contuvo un perfume que jamás usó.
Comenzó a sentir un indefinido malestar. La escena parecía producida, el ala despositada casi con suavidad en su almohada, en el centro, donde no podría no haberla visto.
"Alguien la puso ahí", concluyó mientras todo su cuerpo se tensaba. Una vez más siguió con su memoria cada uno de sus movimientos, esta vez buscando aquel instante en el cual alguien pudiera haber entrado en su departamento sin que ella lo viera. Eran tantos: mientras estaba en su PC con los auriculares puestos, escuchando música de espaldas a la puerta, mientras se duchaba, en esos minutos que ya no recordaba cuántos serían en los que se durmió en el sillón.
El ala dejó de ser hermosa. Observó la cajita de madera y sintió pánico.
Corrió hacia la puerta comprobando que estaba cerrada con llave, pero aún así la trabó con una silla. Intentó tranquilizarse y dormir, pero cuando casi se apoyaba en la almohada sintió una ráfaga de repulsión, y la arrojó a varios metros.
No quiso contárselo a nadie, sólo comenzó a observar y analizar cada palabra, cada gesto, de las personas que la rodeaban. Días después se sintió lo suficientemente segura como para mencionar las palabras "mariposa" o "ala" en alguna charla y observar las reacciones. El mundo parecía ajeno a ella y su ala. Fue alejándose de él, manteniendo sólo los contactos imprescindibles para su supervivencia hasta casi desaparecer.
Cinco años después despertó sobresaltada en su sillón. Se había dormido leyendo. Fue apagando las luces mientras iba a su dormitorio, se desvistió, se acercó a la cajita de madera que alguna vez contuvo un perfume que nunca usó, la abrió, observó el ala, hermosa, azul, intacta, y se durmió.