martes, 27 de junio de 2006

A Luis

Mientras conversaba con Susana trataba de adivinar quién era ese "nuevo amigo“ del que desde hacía semanas hablaba. Teníamos la misma edad, ella llegó al barrio casi con 13 años, en plena pubertad y con una carga de acné que frenó todo su ímpetu de conocer gente nueva, es por eso que hablaba maravillada de “ese chico" que rápidamente trabó amistad con ella, "a pesar de sus granos", como repetía a cada momento.
Debí imaginarlo, aunque no dijo su nombre en ningún momento, debí saber que se refería a Luis, Luisito como lo llamaba mi papá.
Era un par de años mayor que yo, y no sé si fue por eso o por su innata actitud protectora que se transformó en un hermano mayor. Nadie hubiera sospechado que detrás de ese chico desgarbado, de dientes delanteros sobresalidos y claros ojos inexpresivos se iba a desarrollar un joven lleno de vida, de planes, con la mirada cada día más brillante. Era el hijo modelo, sin dejar de ser uno de los más revoltosos del grupo de chicos del barrio. Su padre era taxista, entonces, para financiarse sus estudios en la universidad, hacía algunos turnos con el taxi y era conocido y querido por todos en esa parada.
La mayoría de mis permisos para salir y volver más tarde de lo normal, dependían de si iba y volvía con Luisito a casa, y él nunca me fallaba.
Un día conoció a Mónica, mi mejor amiga en la escuela, ella tenía 15 años y yo no cabía dentro de mí de la alegría al verlos juntos, se querían y formaron la pareja del momento.
El tiempo pasó y después de un par de años se separaron sus caminos, pero no para siempre.
Luis pasaba días enteros estudiando, noches trabajando y en algunos momentos libres visitaba a su nueva novia. Lo veía poco, y cada encuentro era una verdadera alegría, siempre lleno de luz, dando motivos a todos de que no hay que bajar los brazos nunca.
Durante varias semanas intentamos juntarnos. Después de muchos meses de vernos por casualidad, cada uno en sus cosas, al fin lo logramos. La Tana nos hizo unas pizzas en su casa, qué reunión especial fue, estábamos todos, Mónica, Carlos, Mauricio, Luis, Susana se había vuelto a mudar de ciudad. Mónica y Luis se reencontraron con el mismo amor de siempre.
No parábamos de hablar de los planes, las esperanzas de encontrar con vida a nuestros amigos queridos que ya habían empezado a desaparecer. Hablamos de la muerte, era la primera vez que tratábamos ese tema de esa manera, cada uno imaginó su propia muerte. Luis fue el que dijo terminantemente: "no me importa cómo ni cuándo, pero que sea rápido, no quiero sufrir ni saberlo antes, ni quedar postrado por años". Era domingo.
El lunes cuando volví a casa del trabajo encontré a mi padre llorando, sólo logré entender que me decía “Luisito”. Todo pasó tan rápido que hoy después de casi 30 años me pregunto cómo resistí ese momento.
Después de la reunión y ya tarde en la madrugada, Luis decidió ver a su novia y contarle la verdad, el reencuentro con Mónica los planes que habían hecho juntos.
Los médicos dijieron que no sufrió, fue sólo un golpe seco al salir despedido de su auto cuando al cruzar una barrera que no funcionó se encontró con un tren que se llevó para siempre su vida. "De haber vivido", dijo el médico forense, "hubiera quedado tetrapléjico".
Jamás visité su tumba, nuestro Luis no está ahí, él dejó su espíritu desparramado ese último domingo.
Hoy cumple 50 años y vive en el recuerdo de muchos que fuimos privilegiados en conocerlo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que todos dejamos marcas en esta tierra, algunos más profundas o otros no tan profundas. Algunas marcas son importantes para algunos pocos y otras para muchos. Pero creo que lo importante es lo que significa para uno.

Amarah dijo...

La vida a veces parece divertirse con jugadas crueles. Pero imagino a Luis leyendo tu post, y creo que sonreiría. Besos.

Gaby dijo...

Maun, me emocioné con lo que contaste...Los seres queridos, los que nos hacen bien, se quedan con nosotros para siempre, en el recuerdo y en la sonrisa que nos provocan aún dentro de la tristeza cuando nos acordamos. A mi me pasa todavía con mi viejo! Son una velita , a veces, en el medio de la noche.
Besos

Anónimo dijo...

que historia maun! y sobre todo que ejemplo de vida, no solo las actitudes y la personalidad de luis sino la amistad que habia en uds y este sentimiento tan espiritual, un gran abrazo!

Cinzcéu dijo...

Curiosamente, me alegro por Luis, pues vivió su vida y se fue como deseó irse. El sufrimiento, la postración, la agonía, nunca nadie la merece, ni el que se va ni los que se quedan. Y es verdad: no hay nadie en las tumbas sino en el recuerdo. Saludos.