Sintonía
Se sentó en una mesa junto a la ventana y pidió un café. Afuera llovía con esa intensidad de las lluvias que durarán poco. Trató de organizar su vida pero se dio cuenta que no tenía ganas, así que sólo se quedó mirando hacia afuera. Un par de mesas más adelante dos chicas adolescentes hablaban demasiado alto, demasiado rápido, gesticulando como si creyeran que las estaban filmando.
"Tengo las entradas para Sintonía" le gritó una a la otra mientras se levantaban para irse. "Uhhh, qué bueno, yo las saqué ayer y..." le respondió la otra mientras se enfrentaban a la lluvia con esa actitud "miren que loca que soy" que incluye bailar debajo de la lluvia o meterse vestido en una fuente.
Sintonía, rock pesado, los había escuchado varias veces, demasiado cuadrados para su gusto. Siguió mirando la calle, observando las posiciones defensivas de los pocos transeúntes que se atrevían a caminar bajo el diluvio. En su mente comenzó a repetirse mecánicamente la palabra "sintonía", sin que ella se diese cuenta, hasta que empezó a perder sentido, sabía lo que significaba, pero después de decirla varias veces comenzó a parecerle una palabra absurda, otro idioma, sin relación con ningún significado.
Aprovechó que la lluvia se había detenido para irse, quería llegar a su casa antes del anochecer, aunque no quería llegar a su casa.
Encendió las luces y fue a la cocina a buscar algo que comer, encendió el televisor por inercia, por escuchar algún sonido. Mientras revolvía la heladera descartando todo le llegó la voz de un locutor anunciando próximamente "Sintonía de amor", una comedia que ya había visto un par de veces. Absurdamente se enojó al volver a escuchar esa palabra, y apagó el aparato. Agarró una manzana y dudó antes de irse a la cama con ella, durante cinco años había vivido en pareja con alguien a quien no le gustaba que comiera nada en la cama, y los sólo diez días de separación no habían logrado acostumbrarla a hacer lo que quisiera.
Se acostó con su manzana y un libro, leyó un rato, y comenzó a dormirse. Mientras su conciencia estaba en el umbral del sueño volvió a repetir "sintonía" una y otra vez en su mente, y ya no tenía sentido, no lograba siquiera con esfuerzo darle el significado que suponía que tenía. Escuchó que comenzaba a llover nuevamente y se sintió incómoda, siempre le había disgustado dormir con la cabecera de la cama bajo la ventana, pero a él le gustaba así, había sido inútil todo intento de cambio, de algún lugar alternativo, él siempre tenía los argumentos exactos para demostrar que tenía razón y que un simple "no me gusta" no es razón suficiente, entonces se había convencido de que no le costaba nada dejarla como él quería.
Se despertó tarde, últimamente se despertaba tarde, tarde en relación a los cinco años anteriores, no a sus ganas. Se sentó a tomar un café y vio un sobre que alguien había pasado por debajo de la puerta. Sabía que era de él, lo había estado esperando aunque lo último que se hubiesen dicho era que no había nada más que decir.
Lo tomó, lo dejó sobre la mesa y fue a vestirse. Largo rato después volvió, se preparó otro café, encendió un cigarrillo y lo abrió. Leyó su tono cariñoso (siempre había sido cariñoso) sin conmoverse, ya había aprendido a leer detrás de ese tono y a desear que alguna vez fuese agresivo, directo.
Llegó a la frase final: "estaríamos juntos si pudiéramos volver a estar en sintonía". Se quedó unos instantes observando el papel, sin ver sus palabras, luego lo dobló cuidadosamente, lo dejó en un cajón y fue a su dormitorio a cambiar de lugar los muebles.
"Tengo las entradas para Sintonía" le gritó una a la otra mientras se levantaban para irse. "Uhhh, qué bueno, yo las saqué ayer y..." le respondió la otra mientras se enfrentaban a la lluvia con esa actitud "miren que loca que soy" que incluye bailar debajo de la lluvia o meterse vestido en una fuente.
Sintonía, rock pesado, los había escuchado varias veces, demasiado cuadrados para su gusto. Siguió mirando la calle, observando las posiciones defensivas de los pocos transeúntes que se atrevían a caminar bajo el diluvio. En su mente comenzó a repetirse mecánicamente la palabra "sintonía", sin que ella se diese cuenta, hasta que empezó a perder sentido, sabía lo que significaba, pero después de decirla varias veces comenzó a parecerle una palabra absurda, otro idioma, sin relación con ningún significado.
Aprovechó que la lluvia se había detenido para irse, quería llegar a su casa antes del anochecer, aunque no quería llegar a su casa.
Encendió las luces y fue a la cocina a buscar algo que comer, encendió el televisor por inercia, por escuchar algún sonido. Mientras revolvía la heladera descartando todo le llegó la voz de un locutor anunciando próximamente "Sintonía de amor", una comedia que ya había visto un par de veces. Absurdamente se enojó al volver a escuchar esa palabra, y apagó el aparato. Agarró una manzana y dudó antes de irse a la cama con ella, durante cinco años había vivido en pareja con alguien a quien no le gustaba que comiera nada en la cama, y los sólo diez días de separación no habían logrado acostumbrarla a hacer lo que quisiera.
Se acostó con su manzana y un libro, leyó un rato, y comenzó a dormirse. Mientras su conciencia estaba en el umbral del sueño volvió a repetir "sintonía" una y otra vez en su mente, y ya no tenía sentido, no lograba siquiera con esfuerzo darle el significado que suponía que tenía. Escuchó que comenzaba a llover nuevamente y se sintió incómoda, siempre le había disgustado dormir con la cabecera de la cama bajo la ventana, pero a él le gustaba así, había sido inútil todo intento de cambio, de algún lugar alternativo, él siempre tenía los argumentos exactos para demostrar que tenía razón y que un simple "no me gusta" no es razón suficiente, entonces se había convencido de que no le costaba nada dejarla como él quería.
Se despertó tarde, últimamente se despertaba tarde, tarde en relación a los cinco años anteriores, no a sus ganas. Se sentó a tomar un café y vio un sobre que alguien había pasado por debajo de la puerta. Sabía que era de él, lo había estado esperando aunque lo último que se hubiesen dicho era que no había nada más que decir.
Lo tomó, lo dejó sobre la mesa y fue a vestirse. Largo rato después volvió, se preparó otro café, encendió un cigarrillo y lo abrió. Leyó su tono cariñoso (siempre había sido cariñoso) sin conmoverse, ya había aprendido a leer detrás de ese tono y a desear que alguna vez fuese agresivo, directo.
Llegó a la frase final: "estaríamos juntos si pudiéramos volver a estar en sintonía". Se quedó unos instantes observando el papel, sin ver sus palabras, luego lo dobló cuidadosamente, lo dejó en un cajón y fue a su dormitorio a cambiar de lugar los muebles.