jueves, 25 de mayo de 2006

Sintonía

Se sentó en una mesa junto a la ventana y pidió un café. Afuera llovía con esa intensidad de las lluvias que durarán poco. Trató de organizar su vida pero se dio cuenta que no tenía ganas, así que sólo se quedó mirando hacia afuera. Un par de mesas más adelante dos chicas adolescentes hablaban demasiado alto, demasiado rápido, gesticulando como si creyeran que las estaban filmando.
"Tengo las entradas para Sintonía" le gritó una a la otra mientras se levantaban para irse. "Uhhh, qué bueno, yo las saqué ayer y..." le respondió la otra mientras se enfrentaban a la lluvia con esa actitud "miren que loca que soy" que incluye bailar debajo de la lluvia o meterse vestido en una fuente.
Sintonía, rock pesado, los había escuchado varias veces, demasiado cuadrados para su gusto. Siguió mirando la calle, observando las posiciones defensivas de los pocos transeúntes que se atrevían a caminar bajo el diluvio. En su mente comenzó a repetirse mecánicamente la palabra "sintonía", sin que ella se diese cuenta, hasta que empezó a perder sentido, sabía lo que significaba, pero después de decirla varias veces comenzó a parecerle una palabra absurda, otro idioma, sin relación con ningún significado.
Aprovechó que la lluvia se había detenido para irse, quería llegar a su casa antes del anochecer, aunque no quería llegar a su casa.
Encendió las luces y fue a la cocina a buscar algo que comer, encendió el televisor por inercia, por escuchar algún sonido. Mientras revolvía la heladera descartando todo le llegó la voz de un locutor anunciando próximamente "Sintonía de amor", una comedia que ya había visto un par de veces. Absurdamente se enojó al volver a escuchar esa palabra, y apagó el aparato. Agarró una manzana y dudó antes de irse a la cama con ella, durante cinco años había vivido en pareja con alguien a quien no le gustaba que comiera nada en la cama, y los sólo diez días de separación no habían logrado acostumbrarla a hacer lo que quisiera.
Se acostó con su manzana y un libro, leyó un rato, y comenzó a dormirse. Mientras su conciencia estaba en el umbral del sueño volvió a repetir "sintonía" una y otra vez en su mente, y ya no tenía sentido, no lograba siquiera con esfuerzo darle el significado que suponía que tenía. Escuchó que comenzaba a llover nuevamente y se sintió incómoda, siempre le había disgustado dormir con la cabecera de la cama bajo la ventana, pero a él le gustaba así, había sido inútil todo intento de cambio, de algún lugar alternativo, él siempre tenía los argumentos exactos para demostrar que tenía razón y que un simple "no me gusta" no es razón suficiente, entonces se había convencido de que no le costaba nada dejarla como él quería.
Se despertó tarde, últimamente se despertaba tarde, tarde en relación a los cinco años anteriores, no a sus ganas. Se sentó a tomar un café y vio un sobre que alguien había pasado por debajo de la puerta. Sabía que era de él, lo había estado esperando aunque lo último que se hubiesen dicho era que no había nada más que decir.
Lo tomó, lo dejó sobre la mesa y fue a vestirse. Largo rato después volvió, se preparó otro café, encendió un cigarrillo y lo abrió. Leyó su tono cariñoso (siempre había sido cariñoso) sin conmoverse, ya había aprendido a leer detrás de ese tono y a desear que alguna vez fuese agresivo, directo.
Llegó a la frase final: "estaríamos juntos si pudiéramos volver a estar en sintonía". Se quedó unos instantes observando el papel, sin ver sus palabras, luego lo dobló cuidadosamente, lo dejó en un cajón y fue a su dormitorio a cambiar de lugar los muebles.

martes, 16 de mayo de 2006

Una Marcha

Se había quedado sin cigarrillos. Fue hasta el kiosco de la esquina y pidió un par de atados. "¿No te enteraste?" le dijo alarmado el kiosquero "están prohibidos desde ayer, tomá pero no vayas a decir nada", y le extendió una bolsita para caramelos con los atados de cigarrillos adentro. Se puso a atender a otro cliente con gesto evasivo, por lo tanto decidió averiguar por sí misma de qué se trataba. No había leído ni escuchado ninguna noticia ese día, pero esa información le resultó tan absurda que no le dio mayor importancia, sería una extraña noción de broma de su kiosquero.
Encendió uno mientras volvía a su casa y desde un auto le gritaron "apagalo, kamikaze". En cuanto llegó tomó el diario, un gran titular informaba: "Acuerdo en 68 países. La prohibición del tabaco ya es Ley". No podía creerlo, encendió el televisor y la PC, entró en varias sitios periodísticos y lo supo. En las sombras y sin previo aviso 68 países habían acordado lanzar su ofensiva antitabaco al unísono. "Millones de trabajadores en la calle a partir de la prohibición" decían aquellos que se atrevían a rebelarse. "Marcha mundial por la libertad" convocaban otros desde la web. "Por la libertad de elección sobre nuestros cuerpos", decían otros.
Quedó aturdida ante la brutal embestida, y por supuesto, iría a la Marcha.
Recorrió unos cuantos negocios conocidos con la intención de proveerse de la mayor cantidad de atados antes de que pasaran al mercado negro, pero sólo consiguió unos pocos, pagándolos diez veces más que su valor original.
Las noticias comenzaron a llegar desde el amanecer: 17 muertos en enfrentamientos con la policía en la Marcha en París, 9 en Londres, 14 en Nueva York, 43 en Río y la lista seguía. Los 68 países habían acordado también reprimir las manifestaciones en forma brutal, tenían la intención de desanimar cualquier intento de oposición.
Se preparó para ir a la Plaza, al eje de la convocatoria. Tenía miedo, un recuento superficial indicaba decenas muertos y cientos de heridos en las Marchas en todo el mundo, pero no iba a quedarse en su casa, no dejaría que la avasallen de ese modo.
La Plaza estaba llena, se veían aquí y allá banderas de partidos políticos, pero eran los menos, casi todos sólo elevaban sus cigarrillos encendidos. La represión no tardó demasiado, primero gases lacrimógenos, hidrantes, balas de goma. Luego los caballos y las balas de acero.
La precaución de haber llevado limón para protegerse de los gases de nada sirvió ante el descontrol y las corridas entre quienes huían, quienes enfrentaban, y los represores. Algo golpeó su espalda haciéndola caer. Intentó levantarse, pero sus piernas no respondieron, recién entonces sintió el dolor. Alguien la levantó y la sacó de allí, nunca supo quién.
Despertó lentamente, tratando de comprender dónde estaba. Un médico sin demasiada sensibilidad le informó que habían extraído la bala pero se había quebrado su columna y quedaría paralizada desde la cintura.
Aún no comprendía lo que estaba pasando, sólo deseaba fumar, tranquilizarse y pensar. Ayer había ido a comprar cigarrillos, estaba apurada ya que debía entregar un trabajo antes del fin de semana.
En la puerta de la habitación vio dos hombres con uniforme policial. Miró interrogante al médico. "Es que estabas en la Marcha, y andabas con los puchos en el bolsillo, te tienen que detener cuando tengas el alta".
Volvió a mirar hacia esa puerta detrás de la cual charlaban y se reían quienes le quitarían su última libertad. Uno de ellos la miró, dio una larga pitada a su cigarrillo y sonrió.

martes, 9 de mayo de 2006

Se busca un amigo



No es necesario que sea hombre,
basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos,
basta que tenga corazón.

Se necesita que sepa hablar y callar,
sobre todo que sepa escuchar.
Tiene que gustar de la poesía,
de la madrugada, de los pájaros,
del Sol, de la Luna, del canto,
de los vientos y de las canciones de la brisa.
Debe tener amor,
un gran amor por alguien,
o sentir entonces,
la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor
que los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar.
Debe tener un ideal y miedo de perderlo
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Debe gustar de los niños y sentir lástima
por los que no pudieron nacer.
Se busca un amigo
para gustar de los mismos gustos,
que se conmueva cuando sea tratado de amigo.
Que sepa conversar de cosas simples,
de lloviznas y de grandes lluvias
y de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio
de bello y de triste durante el día,
de los anhelos y de las realizaciones,
de los sueños y de la realidad.
Debe gustar de las calles desiertas,
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle,
del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga
que vale la pena vivir,
no porque la vida sea bella,
sino porque se tiene un Amigo.
Se necesita un Amigo para dejar de llorar.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame Amigo,
para tener la conciencia
de que aún se vive...

Vinicius de Moraes